jueves, 28 de agosto de 2008

Japón de York. Hoy: Hakone y Miyajima

Sigo contando esse peaso de viaje. Hoy voy a hablar de Hakone y de Miyajima, que son dos lugares a los que no fuí uno detrás del otro, pero los junto porque ambos tienen muchas similitudes: no son ciudades (Hakone es una región, y Miyajima una isla), ambos lugares se distinguen por sus preciosos paisajes, y en ambos viví la gran experiencia de alojarme en un ryokan.

A Hakone fuimos tras dejar Tokyo. Era la única excursión que teníamos contratada (y la única que hicimos). Lo de ir a Hakone era fundamentalmente por ver de cerca el Monte Fuji. Habíamos quedado a las nueve en la puerta del hotel de Tokyo. El equipaje nos lo trasladaba el propio hotel desde allí hasta el hotel de Kyoto, que era nuestro destino tras Hakone. Pensabamos que vendría un autocar a recogernos al hotel a la hora indicada, pero no: llegó un tío, un japonés pequeñajo y enjuto, nos preguntó si éramos los que íbamos a Hakone, y cuando dijimos que si nos dijo que nos iba a llevar hasta el autocar en un taxi. Así que nos subimos al taxi con él y fuimos al autocar, que ya estaba preparado con el resto de la gente de los demás hoteles. Había varios españoles en el autocar (catalanes, la mayoría), pero a mi me da por culo ver españoles cuando estoy de vacaciones y procuro no hablar con ellos.

En el autocar, una guía japonesa nos amenizaba el viaje contandonos curiosidades de Japón, explicandonos lo que era Hakone y las cosas que íbamos a ver y hacer, y hasta contando algún chiste bastante malo. Los japoneses tienen muchas cosas que me gustan, pero desde luego la gracia no figura entre ellas.

Cuando estabamos llegando al Monte Fuji, nos dijo que no podríamos subir hasta donde estaba previsto porque la carretera era muy estrecha, era domingo, había muchos coches, y el atasco nos impediría hacer todas las cosas que tenían previsto hacer. Así que pararíamos antes a verlo desde más lejos y luego continuaríamos. Después de hacer un par de paradas absurdas para tomar algo, llegamos al sitio desde donde se podía ver mas o menos bien el Monte Fuji, la montaña perfecta.





De ahí nos fuimos a comer a un restaurante (la comída estaba incluída en la excursión). Las mesas eran de cuatro y nos temíamos que nos pondrían junto a otra pareja de españoles, con los que no tendríamos más remedio que hablar. Afortunadamente, nos colocaron junto a un tío que iba solo y que tenía pinta de hindú, que no hablaba ni gota de español, con lo que no tuvimos que hablar con él más que para decir hola al sentarnos y adiós al irnos. La comida era bastante floja comparada con lo que estabamos acostumbrados a comer en Tokyo, pero al venir incluída en el precio ya mas o menos te lo esperas.

Después de comer nos llevaron al lago que hay al lado del Monte Fuji, un lago precioso que íbamos a recorrer en un barco. Nos esperábamos el típico ferry cuadriculado y funcional, pero el barco resultó ser bonito. Y el viaje por el lago, encantador.






Cuando acabó el viaje nos llevaron a una montaña cercana al Fuji que se caracterizaba por ser muy volcánica y estar llena de aguas térmicas y cosas así. Nos subieron hasta allí en un teleférico, uno de los teleféricos más modernos en los que he montado. Lo de las aguas térmicas es bastante impresionante, pero a mi, que he estado en Islandia, me impresionan menos. En esta foto se ve una de las pequeñas lagunillas térmicas y el cartel que avisa de que la temperatura del agua es de 80º, que si tienes huevos que te metas, pero que sepas que quema de cojones.






En el camino este de las lagunas térmicas de repente apareció un cartel que avisaba de que a partir de ahí existía el riesgo de que te toparas con avispas gigantes asesinas. Los que me conocen bien saben que prefiero mil veces enfrentarme a un tigre antes que a una avispa. Y hablo de avispas normales, de las españolas. Pero estas avispas japonesas hijas de puta tenían el tamaño de un gorrión. Yo, obviamente, al ver el cartel me volví para atrás y me metí en el bar-tienda de souvenirs, hasta que los valientes regresaron. Vamos, me voy a jugar yo la vida por ver más charcos de esos con agua caliente, no jodas...






Después nos llevó la guia a un sitio done nos explicó que con el agua sulfatada de esas lagunas térmicas, se cocían unos huevos negros. Y que había que comerse seis para tener buena suerte. Nos dieron nuestra media docena de huevos para cada uno, pero como yo no soy Paul Newman en "La leyenda del indomable", apenas me pude comer dos. Además, no tenía ni gota de hambre, que habíamos comido hacía dos horas. Eso sí, ver los huevos con la cáscara negra era bastante curioso.






Después de eso, volvimos a tomar el teleférico y regresamos al autocar. En teoría, la excursión había terminado, así que la gente tenía que subirse al autocar para regresar a Tokyo. Pero nosotros no volvíamos a Tokyo. Con la excursión teníamos contratado un taxi que nos llevara desde allí hasta el Ryokan donde nos alojaríamos ese dia, y otro taxi a la mañana siguiente que nos llevara desde el Ryokan hasta la estación de tren de Odawara, desde donde tomaríamos el tren bala para ir hasta Kyoto. Así que la guía nos llevó hasta el taxi, le dijo al taxista en japonés donde debía llevarnos y allí nos fuimos, al Ryokan Iwaso. Una puta maravilla de sitio, un hotel típico japonés en medio de la montaña, en un entorno verdaderamente precioso.






Un Ryokan es un hotel de estilo tradicional japonés, no tiene nada que ver con un hotel de los que estamos habituados a usar en Occidente. Cuando llegamos, salieron dos señores vestidos de japoneses a recibirnos con múltiples reverencias y nos dijeron que para entrar al Ryokan debíamos descalzarnos y ponernos unas chanclas que ellos nos tenían preparadas. Así que nos descalzamos (ellos se llevaron nuestro calzado y lo guardaron hasta el día siguiente que nos íbamos) y nos pusimos aquellas chanclas. Después hicimos el check-in, y uno de los que nos recibió nos acompañó a enseñarnos el Ryokan y nuestra habitación. Una de las características de los Ryokan es que tienen Onsen. Un Onsen es un baño tradicional japonés, baños térmicos naturales, con el agua entre 37 y 40 grados. Este Ryokan tenía onsen internos y externos. O sea, había baños en el interior del hotel y también los había al aire libre. Los baños están separados por sexos, los hombres tienen sus baños y las mujeres los suyos.

El uso del Onsen es así: Tienes que ir vestido con el yukata (una especie de kimono de andar por casa) sin nada debajo y una toallita pequeña. Antes de entrar al Onsen tienes que pasar al vestuario para quitarte el yukata y las chanclas. Entonces, completamente en pelotas, entras al Onsen propiamente dicho, que es un lugar con una o dos especies de piscina pequeña, y unas duchas. Antes de entrar al baño debes ducharte muy bien y ya entras al baño. Cuando yo llegué, el Onsen interno estaba vacío, y en el externo había dos tíos hablando. Uno era japonés y el otro parecía inglés o americano. A mí me gustaba mas el externo, porque estaba en un jardín precioso y dentro hacía más calor, pero me daba corte meterme en el baño con ellos, así que me metí en el interno que estaba vacío. La verdad es que es muy relajante estar dentro del onsen con el agua caliente (que no se enfría nunca, porque es su temperatura natural). A los pocos minutos, el japonés del otro baño se fué, y poco después salió también el inglés. Cuando el inglés pasó al lado de mi Onsen me dijo que era mejor que me fuese al otro baño, que se estaba mucho mejor en el de fuera que en éste. Así que allí me fuí aprovechando que ya estaba vacío. El Onsen externo era todavía mejor, porque el agua estaba igual de caliente pero al estar al aire libre era mucho más relajante. La temperatura fuera del agua era más baja que en el interno con lo que daba más gustito estar dentro del agua, además el paisaje era increíble, y oías cantar a los pájaros. Había una paz de la hostia, daban ganas de quedarse allí para siempre...

Las habitaciones de los Ryokanes son muy austeras, no hay casi muebles. Al entrar en la habitación te tienes que descalzar incluso de las chanclas. Nada más entrar, aparte de descalzarte, te obligan a quitarte la ropa y ponerte un yukata. A partir de entonces, toda tu estancia en el Ryokan es así: con el yukata puesto y las chanclas si estás fuera de la habitación, o sin ellas dentro.

El suelo es de tatami y los pocos muebles que hay son bajos, las sillas sin patas, las mesas bajas... ésta era nuestra habitación:






Normalmente en los Ryokanes los baños son compartidos por sexos, pero en este, además de los onsen que ya he reseñado, teníamos nuestro propio onsen privado dentro de la habitación. Una auténtica gozada. Hombre, era mucho más pequeño que los otros, pero daba igual.






A las ocho nos trajeron la cena. Una especie de geisha entraba dando voces agudas en la habitación, andando de rodillas arrastrando unos cajones que tenían dentro la comida. Empezó a sacar cosas y ponerlas en la mesa. Un montón de platitos pequeños con chorraditas de comida dentro. Carne, pescado, verduritas, y muchas cosas inidentificables. La tía hablaba todo el tiempo en japonés explicándonos qué había en cada plato y para qué era cada salsa que nos ponía. Afortunadamente, no entendíamos nada. Y digo afortunadamente porque gracias a ello nos lo comimos todo. Porque estaba bueno, pero seguro que si sabemos lo que es, más de una cosa no la habríamos probado. Aquí me hice la foto pensando que esta era toda la cena. Pero luego resulta que esto solo era la primera parte, luego vino la tía con otro montón de platos. Terminamos hasta el culo de comer.






Una de las cosas que más molaba era que la carne te la ponían cruda cortada en trozos pequeñitos. Te ponían una especie de platos con lumbre debajo y tu te hacías ahí la carne y las verduritas a tu gusto. Estaba delicioso, de verdad, ahora lo recuerdo y se me hace la boca agua. Buenísimo.






Cuando nos recogieron la mesa después de cenar, nos dejaron una botella de sake. Lógicamente, nos la pimplamos antes de acostarnos. La tía nos preguntó si a la mañana siguiente queríamos desayuno japonés o preferíamos occidental. Como me temía que el desayuno japonés sería de nuevo pescado, sopa de miso, verduras y demás, pedimos desayuno occidental. Y fué un gran acierto, como se puede ver:






Pasamos a Miyajima. Se trata de una isla que está muy cerca de Hiroshima. En ferry hay unos veinte minutos entre un sitio y otro. Es una isla cojonuda, muy verde, con una montaña a la que se accede en teleférico, con monos sueltos por ahí, con ciervos también libres, y lo único menos bueno que tiene es que es una isla bastante turística, lo que le resta cierta autenticidad. Pero la gente es encantadora, aunque la verdad es que esto se puede aplicar a todo Japón.

Hay dos cosas importantes que ver en Miyajima. Una es el templo:






Y sobre todo, la más bonita, el torii flotante. Los torii son muy habituales en Japón, son de carácter religioso (no se si budista o taoista), y el más famoso de todo Japón es éste de Miyajima. Cuando la marea está baja, no hay agua bajo él, cuando está alta, en cambio, parece que flotara en el agua.






El Ryokan de Miyajima era muy parecido al de Hakone aunque no tan lujoso. Este no tenía onsen dentro de la habitación, pero por lo demás había poca diferencia. La cena era igualmente deliciosa.






Este domingo quedamos otra vez. A ver si os apuntais, que ya es el último dia de Agosto y al día siguiente se empieza a trabajar. Cuarenta dias de vacaciones se pasan volando, que puta vida esta oye...

Nos vemos (el domingo, los que querais), y nos leemos (el resto).

lunes, 18 de agosto de 2008

Japón Serrano. Hoy: Tokyo

Aunque no lo parezca, hace ya más de una semana que estoy en esta parte del mundo en la que tenemos los ojos más abiertos que en la otra parte, aquí donde no bebemos te salvo que estemos mal del estómago, donde tratamos de colarnos y nos pasamos por el forro de los cojones los turnos, donde a nadie se le ocurre ir por la calle con el paragüas abierto a pleno sol, aquí donde hacemos despegar los aviones por nuestros santos cojones tanto si el avión está bien como si no..., en definitiva, que volví a Ejpannnia hace ya días. Lo que pasa es que el jet lag primero, un dolor de muelas bastante cabrón después, y mi habitual gandulería, que en Agosto se acentúa aún más si cabe, me han impedido, no ya escribir, sino tan siquiera encender el ordenador. Pero de hoy no pasa.

Haciendo un rápido repaso a las olimpiadas:

- El Bolt ese es lo más grande que ha habido en la puta vida. Si no estaba dopado (cosa que no me extrañaría nada), ese tio no es humano.
- Chiquito repaso les han metido los jamaicanos a los yankees en todas las pruebas de velocidad masculinas y menosculinas. Yo pensaba que en Jamaica se pasaban la vida escuchando reggae y fumando porros, y ahora resulta que también entrenan. La virgen, que nivelón.
- Que buenísima estaba la lanzadora de jabalina paraguaya.
- Barrufet es Dios.
- Si tiene mérito lo de Jamaica (2.800.000 habitantes), qué decir de Tarrasa... El 85 % de la selección española de Hockey Hierba son de Tarrasa, y muchos de ellos son hermanos entre sí. Es como si en el Congosto hicieramos un equipo de... yo que se... voleibol, y ganamos medalla olímpica.

Bueno, vamos a lo que vamos. Que aún sigo impresionado por Japón. Empezaré con Tokyo, y para hacerlo llevadero pondré poco texto y mucha afoto, que se que vosotros si veis mucha letra junta os entra sueño.

Tokyo no defrauda. Es una ciudad como te esperas que sea. Una macrourbe, mastodóntica, enorme y repleta de gente, en su mayoría japoneses. Lost in translation refleja fielmente lo que es Tokyo y las cosas que sorprenden a los occidentales. Cuando llegas te quedas tan flipado como el protagonista viendo tantas luces de neón y tanto rascacielos. ¿Os acordais de la escena de la ducha en la que a Bill Murray el agua le cae directamente al cuello? Pues es tal cual. Para ducharte en la cabeza te tienes que agachar. Bueno, a algunos de vosotros os iría bien, pero los que tenemos la talla XL nos tenemos que agachar para que nos caiga el agua en la testa.

Precisamente el barrio en que está ambientado la película (Shinjuku), en el que se encuentra el hotel Park Hyatt, que es el de la peli, es el de esta fotografía.





Tokyo es el paraiso de las compras. Es muy difícil resistirse a gastarse la pasta en sus miles (y no exagero cuando digo miles, lo juro) de centros comerciales que pueblan Tokyo. Los barrios más famosos para comprar son Akihabara (el barrio de la electrónica, con mogollón de tiendas de informática, móviles, cámaras, etc.), Shinjuku (centros comerciales uno detrás de otro), Ginza (como la calle Serrano de Madrid pero a lo bestia) y Shibuya (moda, discos, y en general todo tipo de tiendas dirigidas a los jóvenes), pero en general toda la ciudad es como un gran mercado. Puedes encontrar de todo. Y mucho menos caro de lo que nos creemos. De hecho, la mayoría de las cosas yo creo que son más baratas que en España.





Aquí una foto de Shibuya, la zona comercial juvenil. Es tremendo lo que hay por aquí. Te puedes pasar una mañana entera de tiendas y no ves ni la cuarta parte de las tiendas que hay. Y siempre hasta arriba de gente. En general, Tokyo es como la Gran Via en época de Navidad. Imaginaos una ciudad tres veces más grande que Madrid y abarrotada de gente, como si toda la ciudad tuviese el ajetreo de la Gran Via. Así es Tokyo.





Aquí tenemos un taxi japonés. Como veis, la lucecita de libre es un pedazo de luz, casi una farola. Los taxis no tienen un color determinado como en España, sino que los hay de muchos y diferentes colores. Pero son inconfundibles por el pedazo de luz que llevan en el techo. Una curiosidad sobre los taxis es que no tienes que abrir la puerta, cuando paras uno la puerta se abre automáticamente. Y al salir del taxi igual, al llegar el taxista te abre la puerta de manera automática, tu te bajas y ella se cierra sola. Además, los taxistas son como los chóferes de las películas, impecablemente vestidos, con gorra de plato y con guantes. El taxi está impoluto, da gusto estar ahí. En el frontal, al lado del volante, hay un montón de cacharros, el taxímetro, el gps, un teléfono y una televisión!!. Es cierto, en España prohiben los Gps para que no nos distraigamos al conducir, y en Japon no solo están permitidos sino que también llevan una tele. Que la verdad, acojona un poco ir en un taxi y ver que el conductor va conduciendo y viendo un partido de beisbol al mismo tiempo. Otra cosa mala es que muy pocos taxistas hablan inglés, lo normal es que no lo hablen. Así que tienes que decirle en japonés el nombre de la calle o lugar al que vas, o si no, enseñarselo escrito. En japonés, claro.






En Japón son unos erotómanos de mucho cuidado. Es habitual ver en el metro tios viendo comics porno, y en los alrededores de las calles más importantes hay muchos bares atendidos por mujeres vestidas con uniformes eróticos, además de sex shops. He aquí un sex shop japonés:






Como he dicho, este tipo de bares y lugares siniestros se encuentran en las callejuelas que rodean las grandes calles comerciales. Un poco lo mismo que en Madrid, que está la Gran Via, y en las callejuelas de alrededor (Ballesta, Valverde, etc.) está la droga, el puterío y los mendigos. En Japón no hay drogas, y muy pocos mendigos, pero el puterío sí que existe. La diferencia es que no está a la vista como en Madrid, sino en garitos. En callejuelas como ésta: (la apuesta figura que se ve al fondo de la calle es la mía)






El metro en Japón es una cosa seria. Millones y millones de personas lo toman a diario. En las horas punta va abarrotado. Ya sabeis que hay "empujadores" en las estaciones, que en las horas punta ayudan a hacinar a los pasajeros dentro de los vagones. Yo procuré no tomar en metro en esas horas. Lo bueno es que los metros pasan con muchísima frecuencia, prácticamente cada minuto. Llegas al andén y a los pocos segundoa aparece el metro. Siempre.
La complicación viene a la hora de comprar los billetes. El precio depende de la estación a la que vayas, así que primero tienes que mirar cuanto cuesta el viaje hasta donde vayas, y luego sacar el billete. Todo esto, normalmente, en japonés. Así que al principio es toda una heroicidad lograr sacar el billete. Luego cuando te haces a ello, es fácil. Pero al principio te sientes muy perdido. Como yo el primer día...






Como digo, el número de centros comerciales en Tokyo es aproximadamente igual de grande como el número de bares en Madrid. Y algunos son realmente espectaculares. Como este de la foto, que parece una ciudad, con las tiendas en plan edificios renacentistas, y el techo pintado como si fuera el cielo. En directo impresiona, de verdad.






Volviendo al metro, una cosa que llama la atención es lo tremendamente limpio que es. Bueno, todo Japón en general es de una limpieza increíble. Y eso llama mucho la atención, especialmente si vas desde una ciudad tan sucia como Madrid. En esta foto podeis ver el estado de un vagón de metro de Tokyo por la noche, después de que hayan pasado por allí miles y miles de personas, no hay ni un papelito en el suelo, y los asientos están inmaculados, a pesar de ser de tela, que ya sabeis que en Madrid un asiento de tela o de cuero estaría rajado o pintorrojeado o ambas cosas al día siguiente de ponerse.






Aunque Tokyo es el paraíso de la modernidad y el último grito en tecnología y futurismo, todavia en muchos aspecto es una ciudad muy tradicional. Y no es extraño encontrarse gente vestida de esta manera:






Aquí teneis una foto del famoso cruce de Shibuya, con un montón de pasos de cebra (que no son tales, ya que se regulan por semáforos) que se cruzan entre sí. Cuando se abren los semáforos cruzan montones de personas. Es un espectáculo.






Hay muchas cosas curiosas en Japón a los ojos de un occidental. Muchas. En realidad casi todo nos parece curioso. Yo creo que hay más diferencias que semejanzas entre nuestra civilización y la suya. Pero bueno, voy a deciros las que me parecieron más curiosas. Una de las primeras cosas que me llamó la atención (imposible que pase desapercibido) son sus retretes. Como veis, tienen unos botoncitos que sirven para que cuando terminas de hacer tus necesidades cagatorias, aprietes uno de ellos y te salga un gratificante chorrito de agua directamente al ojete, que te limpia a la par que refresca y da gustito. Con dichos botones puedes regular la temperatura del agua, la fuerza del chorro y la dirección del mismo. Toda una experiencia. Yo, aún ahora, lo echo de menos.






Cerca de Shibuya hay un parque cuyo nombre ya he olvidado, en el que hay jóvenes haciendo cosas raras. Unos tocan música y cantan, otros se visten de cosas raras (góticos, lolitas, y rarezas juveniles en general), otros venden fotos de personajes famosos, y entre todas esas chorradas encontramos unas chicas como las de la foto que ofrecían abrazos gratis, como se puede leer en los carteles que portan (esta vez, por fin, escritos en inglés). He de decir que no hice uso de la oferta, aunque busqué por el resto de la calle por si encontraba carteles que en lugar de abrazos ofreciera mamadas gratis. Pero no.






Otra cosa curiosa. Japón está plagado de máquinas de bebidas. No hay muchos bares. Allí hay muchos restaurantes y la gente suele beber y comer a la vez, pero no se suele ir solamente a beber como aquí. Pero para saciar la sed existen numerosísimas máquinas de bebidas por todas partes, de verdad, es una barbaridad. No os podeis imaginar cuantas hay. Yo creo que debe haber aproximadamente tantas máquinas de bebidas como papeleras hay en Madrid, y no creais que exagero mucho. Y para desmitificar eso de que Japón es un pais caro, mirad lo que cuesta una cocacola en una de estas máquinas. La botella de medio litro, 150 yenes (unos 90 céntimos de euro), y la lata de 33 cl., 120 yenes (unos 70 céntimos). Ya me direis donde podeis conseguir en España una lata de coca cola a ese precio.






Y no solo hay máquinas de bebidas, también las hay de comida, de "chuches", snacks, y hasta de tartas, como ésta de la foto:






En cuanto a la comida, se equivocaban los que pensaban que no me iba a gustar. Al contrario, me ha gustado mucho. Vengo abatido por saber que no volveré a comer sopa de miso, tempura de langostinos o la increíble ternera de Kobe, de la que hablaré en su momento. Los restaurantes en Japón molan mucho. Al principio iba muy cortado y solo entraba en los sitios donde ponía que tenían menú en inglés. Pero hay pocos lugares así, por lo que a menudo me tiraba una hora buscando sin encontrar ninguno. Así que finalmente decidí entrar en cualquiera que me gustara, sin importarme que la carta estuviera escrito en el idioma que fuera. Y es que, al margen del idioma del menú, en Japón hay expositores con los platos que tienen en la carta, así que lo único que tienes que hacer es señalarle al camarero el plato que quieres. Los platos de exposición, aunque parezcan reales, son de plástico.






Más cosas curiosas. En Tokyo existen lo que se llaman "hoteles del amor". Son lugares que tienen habitaciones preparadas para ir a echar un polvo. Se alquilan por horas o por toda la noche. Las habitaciones tienen diferentes decoraciones, es muy curioso porque te ponen fotos por fuera de las diferentes habitaciones, cada una con su decoración, su iluminación y sus accesorios. Japón es un pais donde está muy mal visto besarse por la calle y prácticamente todas las parejas que ven van separadas, ni siquiera se toman de la mano. Así que estos lugares en los que poder dar rienda suelta a su sexualidad reprimida son toda una bendición. Además no son nada caros. Aquí podeis ver los precios: Un rato, 4.720 yenes (unos 28 euros); toda la noche, 7.870 yenes (unos 46 euros).






En Japón el fútbol es un deporte poco seguido. Allí el beisbol es el deporte mayoritario, a todas horas televisan partidos y la gente está loca con ese deporte. Una de las pocas tiendas de fútbol que ví es la de la foto. Curiosamente, la tienda se llama "Pichichi", y había más cosas del Barça que de ningún otro equipo. Como debe ser.






En Japón la vida es muy dura para los fumadores. Se puede fumar prácticamente en todos los bares y restaurantes, aunque siempre hay lugares para no fumadores, pero hay más espacios en los bares para los fumadores que para los que no lo son. En cambio, en el resto de sitios no se puede fumar. Y cuando digo en el resto de sitios me refiero a todas partes, incluyendo la calle. Si, como os lo cuento. En Japón está prohibido fumar en la calle. Y hay unos pequeños sitios habilitados para fumar. Es normal ir andando por la calle y encontrar un cuadradito en el que hay veinte o treinta personas ahí agrupados fumando. Solo se puede fumar en esos lugares. Madre mia, si llego a ir a Japón unos años antes, me muero.






Otra cosa que llama la atención. En las estaciones de tren suele haber pantallas en las que te informan del tiempo que hará mañana en las principales ciudades de Japón.






Y la última foto curiosa de esta tanda: Hay una marca de algo (no se que es, la verdad, no lo llegué a comprar a pesar de que el nombre era bastante sugerente) que se llama "La puta". ¿No es genial?






En fin, que lo único malo que me pasó en Tokyo es estar solamente cuatro días, que es poquísimo para una ciudad tan grande y con tantas cosas que ver. La próxima vez espero quedarme más tiempo, porque me encantó. A ver si le dan las olimpiadas de 2016 y mato dos pájaros de un tiro.

El domingo y el lunes estaré en Vallecas. Disponible para cañeo o lo que querais, tanto por la mañana, como por la tarde o por la noche. Full time. Así que quien esté por aquí y le apetezca que lo diga y nos vemos.