No conduzco cómodo con ella a mi lado. Me noto tenso y con falta de concentración porque me cuesta mucho dejar de mirar a Eva que, con el respaldo reclinado, fuma y se descalza con la libertad que da no tener que rendir cuentas a nadie, ni preocuparse por nada que no sea el momento que vive.
Yo, sin embargo, que no fumo, me pregunto si habrá resultado creíble la coartada para justificar mi ausencia de casa estos días.
Aunque disminuyo la velocidad seguimos avanzando sin pausa. Parece que los kilómetros cada vez sean más cortos o que alguien haya puesto la autopista cuesta abajo para que vayamos más aprisa.
—No tengo ganas de llegar. No quiero que esto se acabe —confieso en voz alta, con manos ablandadas en el volante.
—Si tú quisieras no volveríamos nunca —me responde después de hacer que el humo del cigarro salga disparado en columna desde su boca hacia arriba, y a continuación me reta—. Sigue hacia el aeropuerto y nos perdemos. Donde tú quieras. Venga.
Sonrío por la perfecta combinación de locura y broma de su comentario. Me cuesta saber cuándo habla en serio. Ya me ha pasado más de una vez. La última, anoche, en el restaurante, en los postres. Después de declarar mi tristeza y pesadumbre por ser nuestra última cena, apoyó ambas manos sobre la mesa y me aseguró con total frialdad: “Emilio, tu mujer lo sabe todo”. Al verme pálido como un muerto lo desmintió un minuto después. “¿Lo ves…? Ya estás contento, ya te has llevado una alegría”, dijo.
Y sí, me la llevé.
La miro de reojo, sin perder de vista del todo la carretera para evitar un doble peligro: por un lado la posibilidad de sufrir un accidente; y por otro, el riesgo de que me contagie ese pensamiento suyo, o mejor dicho, esa falta de pensamiento, esa indiferencia por el futuro más próximo, que me llevaría a seguir conduciendo hasta que se nos acabe este mundo que hemos creado a nuestra medida con dos únicos habitantes, ella y yo. Todo lo demás, como en estos días, formaría parte de un escenario tan ajeno, tan prescindible, que apenas nos importaría si es de día, de noche, el frío, el calor, o si es hora de comer o no. Sólo tendría interés por saciar el hambre que Eva es capaz de provocarme.
Desde el momento del big bang que originó este particular universo nuestro, supe que se iba a enredar en mi vida. La descubrí sentada en la recepción del despacho de mi mejor amigo. Sonreía durante todo el tiempo que duró nuestra primera conversación. Su jefe no estaba y yo no tenía prisa. Esperé. Fueron diez minutos nada más, suficientes para mostrarse y poner en conocimiento de todos mis sentidos un montón de promesas que en ese momento no sospechaba que iban a cumplirse. Dejé nota con mi nombre y teléfono, sabiendo que no era necesario en absoluto, porque mi amigo sabe mi número desde hace casi veinte años. En realidad, fue una especie de anzuelo a la deriva, por si a Eva se le pasaba por la mente retener el dato y me llamaba.
Y sí, me llamo.
Sin necesitarlo del todo, me detengo en un área de servicio que encuentro abierta a estas horas de la madrugada y lleno el depósito. Elijo un surtidor, el del medio, y aparco despacio.
—Hay que pasar por caja antes de servirse ¿Quieres algo? —pregunto ya desde fuera del coche a través de la ventanilla.
—Si te digo lo que quiero, ¿de verdad serías capaz de complacerme? —contesta con sonrisa de colegiala.
—Eva, joder —suspiro—, no me lo pongas más difícil.
Me alejo del auto hasta la ventanilla casi bancaria de la gasolinera. A través del cristal veo en fila peluches del personaje de dibujos animados favorito de mi hija. Pago el combustible, el empleado me da el cambio y como permanezco todavía allí inmóvil me mira y me pregunta si quiero algo más. Mentalmente le respondo “de verdad serías capaz de complacerme si te digo lo que quiero”, porque no siento en mí su mirada, sino la de Eva desde el coche clavándome sus palabras en el cerebro, pero de mi boca sólo salen las justas para pedir al empleado una botella pequeña de agua y una cajetilla de la marca de tabaco que ella fuma.
Mientras vierto el combustible prepagado, la veo salir al asfalto con su calzado en la mano. Sonriendo, se coloca frente al volante y se ata con paciencia sus Nike. Coloco la manguera en su soporte sin dejar de mirarla algo desconcertado.
—Déjame llevarlo ahora a mí —me pide, o más bien me exige mientras coloca el asiento y los
espejos a su altura—. Así descansas.
Extiende la palma de su mano para que le dé las llaves. No me gusta verme entregándoselas. Se me activa una sensación de desasosiego. No sólo le confío la llave de contacto del Audi. En el mismo lote también están la de mi casa familiar, la del trabajo y la del apartamento en que hemos vivido estos días. El llavero que las enlaza a todas, de oro, es un regalo de décimo aniversario. Mi mano se vacía en la suya y me siento vulnerable. Me incomoda esta sensación de dependencia.
—No corras. Lo que menos tenemos es prisa —digo mientras me abrocho inseguro el cinturón y la veo arrancar el motor.
—Ya he dado nueve clases prácticas en la autoescuela. Dos en autopistas como esta.
Me incorporo bruscamente en un acto reflejo para buscar la manera más apropiada de decirle que apague el motor, baje del coche y me deje conducir a mí, pero nota mi lógico sobresalto y antes de que empiece a hablar me pone una mano en la rodilla para calmarme.
—No hombre, no… Hace cinco años que conduzco. Desde los dieciocho —me revela disfrutando por verme de nuevo sorprendido y aliviado en cuestión de segundos—. ¿No te lo había dicho?
Ni me había dicho de eso, ni casi nada de su vida. Y además, tampoco estoy seguro de haber querido saber más. Me conformé con notar que me hacía sentir muy vivo, incluso con esas burlas suyas de montaña rusa para mi estómago y mi sistema nervioso.
Aunque no conduce mal, no me siento totalmente tranquilo. Por eso miro constantemente los retrovisores y muevo por inercia los pies como si todavía estuviese al volante. Sin mirar los mandos, cambia de emisora la radio y sube el volumen. Un ritmo machacón, sin letra, se apodera del silencio entre ambos hasta que lo rompo yo al ver los grandes carteles azules que, a modo de títulos de crédito, me hacen ver que estamos ya cerca del final de la historia. A la derecha, centro ciudad; dentro de la misma señal, a la izquierda, el icono de un avión.
—Te has equivocado —le digo al ver que no sigue la ruta que yo esperaba.
—Sé un camino mejor para llegar donde vivo. Algún kilómetro más, pero con menos semáforos, más rápido —me asegura moviendo la cabeza adelante y atrás al ritmo de la música.
—No te estarás quedando conmigo… —advierto, haciendo ver que empiezo a no estar para juegos, aunque Eva me mira un instante y se ríe crecida, imagino, por sentirse dueña de las riendas de mi vida.
—No te fías de mí —me contesta y baja la música para escuchar mi respuesta que sabe no va a ser inmediata.
Y en efecto, no lo es, porque esa última frase suya, que no sé si es una pregunta o una afirmación, y la cercanía de la ciudad hacen que súbitamente tienda a querer ser atrapado de nuevo por la apacible y sensata órbita de mi vida de siempre.
Por eso computo sobre la marcha las razones que tengo para fiarme o no de la persona que conduce mi coche —una extraña al fin y al cabo—, y llego a la conclusión de que cualquiera en mi lugar no estaría del todo tranquilo, pero decido simular estarlo, de momento.
—Sí, sí me fío. Sigue. Me viene bien llegar antes. Tengo que entregar un presupuesto a un cliente importante mañana a primera hora y quiero repasarlo todo de nuevo —improviso para ocultar el leve brote de ansiedad por dejarla cuanto antes en su casa.
La música cambia en la radio. Ahora es más pausada, más lenta, aunque igual de monótona. Chill out le llaman a esto. Lo sé por mi sobrino.
Ya llegamos. Siento que la urgencia se va instalando poco a poco en mí y por primera vez en estos días, percibo una clara distancia de desconocimiento entre ambos. Al fondo aparece otro cartel similar al anterior: centro ciudad a un lado, aeropuerto al otro. Ella lo ha visto incluso antes que yo. Disminuye la marcha. Mi cuerpo nota la frenada. La miro de soslayo, con recelo, ya como si acabase de conocerla. No quiero que tome el desvío hacia el aeropuerto y me haga perder más tiempo. Quiero llegar a mi mundo ya: así de claro. Faltan unos cien metros para la bifurcación y se detiene en el estrecho arcén con las luces de emergencia. Apenas hay tráfico, pero se me disparan todas las alarmas.
—¿Qué pasa…? ¿Qué haces? —pregunto sin disimular ya mi preocupación y levantando la voz más de lo necesario— ¿Por qué nos paramos?
Eva me parece temerosa por primera vez desde que la conozco. La noto asustada, desvalida, con un miedo que la reduce junto al volante y que le impide en principio pronunciar ni un sonido. Mis ojos fijos en ella, esperan respuestas y su silencio acelera mi respiración. Prevé quizá que empezaré a gritar de nuevo y antes de que eso suceda oigo su voz, que no parece suya.
—Mira, no sé cómo decírtelo… —duda y recupera fuerzas para seguir—: estoy embarazada de tres meses —me susurra—. Por eso no quiero volver. No sé qué hacer… no sabía si contártelo.
Me desactiva la ira del todo con esas palabras. No puede ser, me oigo decir. Y estallan en mil pedazos los mundos particulares, los paraísos de cuarenta metros cuadrados con vistas, los jacuzzis, los paseos descalzos por la arena, los jadeos, las pasiones desatadas. Sólo veo el rostro de mi mujer, de mi niña, sus primeros pasos, las fotos del salón, los rincones de mi casa, mi sillón, mi cama, el café de las mañanas, las vacaciones de verano, todo ello alejándose de mí, sustituido por abandonos, clínicas abortivas, separaciones, gritos, dinero negro, culpa, soledad.
Mis manos en el rostro me impiden ver como ella se recompone al volante.
—Joder, Emilio, te lo crees todo —escucho a mi lado con tono resuelto y casi despectivo—. Mira que eres…
Separo los dedos que aún cubren mi cara para comprobar si efectivamente, después de arrancar de nuevo, Eva toma el desvío correcto hacia el centro de la ciudad.
Y sí, lo toma.
Yo, sin embargo, que no fumo, me pregunto si habrá resultado creíble la coartada para justificar mi ausencia de casa estos días.
Aunque disminuyo la velocidad seguimos avanzando sin pausa. Parece que los kilómetros cada vez sean más cortos o que alguien haya puesto la autopista cuesta abajo para que vayamos más aprisa.
—No tengo ganas de llegar. No quiero que esto se acabe —confieso en voz alta, con manos ablandadas en el volante.
—Si tú quisieras no volveríamos nunca —me responde después de hacer que el humo del cigarro salga disparado en columna desde su boca hacia arriba, y a continuación me reta—. Sigue hacia el aeropuerto y nos perdemos. Donde tú quieras. Venga.
Sonrío por la perfecta combinación de locura y broma de su comentario. Me cuesta saber cuándo habla en serio. Ya me ha pasado más de una vez. La última, anoche, en el restaurante, en los postres. Después de declarar mi tristeza y pesadumbre por ser nuestra última cena, apoyó ambas manos sobre la mesa y me aseguró con total frialdad: “Emilio, tu mujer lo sabe todo”. Al verme pálido como un muerto lo desmintió un minuto después. “¿Lo ves…? Ya estás contento, ya te has llevado una alegría”, dijo.
Y sí, me la llevé.
La miro de reojo, sin perder de vista del todo la carretera para evitar un doble peligro: por un lado la posibilidad de sufrir un accidente; y por otro, el riesgo de que me contagie ese pensamiento suyo, o mejor dicho, esa falta de pensamiento, esa indiferencia por el futuro más próximo, que me llevaría a seguir conduciendo hasta que se nos acabe este mundo que hemos creado a nuestra medida con dos únicos habitantes, ella y yo. Todo lo demás, como en estos días, formaría parte de un escenario tan ajeno, tan prescindible, que apenas nos importaría si es de día, de noche, el frío, el calor, o si es hora de comer o no. Sólo tendría interés por saciar el hambre que Eva es capaz de provocarme.
Desde el momento del big bang que originó este particular universo nuestro, supe que se iba a enredar en mi vida. La descubrí sentada en la recepción del despacho de mi mejor amigo. Sonreía durante todo el tiempo que duró nuestra primera conversación. Su jefe no estaba y yo no tenía prisa. Esperé. Fueron diez minutos nada más, suficientes para mostrarse y poner en conocimiento de todos mis sentidos un montón de promesas que en ese momento no sospechaba que iban a cumplirse. Dejé nota con mi nombre y teléfono, sabiendo que no era necesario en absoluto, porque mi amigo sabe mi número desde hace casi veinte años. En realidad, fue una especie de anzuelo a la deriva, por si a Eva se le pasaba por la mente retener el dato y me llamaba.
Y sí, me llamo.
Sin necesitarlo del todo, me detengo en un área de servicio que encuentro abierta a estas horas de la madrugada y lleno el depósito. Elijo un surtidor, el del medio, y aparco despacio.
—Hay que pasar por caja antes de servirse ¿Quieres algo? —pregunto ya desde fuera del coche a través de la ventanilla.
—Si te digo lo que quiero, ¿de verdad serías capaz de complacerme? —contesta con sonrisa de colegiala.
—Eva, joder —suspiro—, no me lo pongas más difícil.
Me alejo del auto hasta la ventanilla casi bancaria de la gasolinera. A través del cristal veo en fila peluches del personaje de dibujos animados favorito de mi hija. Pago el combustible, el empleado me da el cambio y como permanezco todavía allí inmóvil me mira y me pregunta si quiero algo más. Mentalmente le respondo “de verdad serías capaz de complacerme si te digo lo que quiero”, porque no siento en mí su mirada, sino la de Eva desde el coche clavándome sus palabras en el cerebro, pero de mi boca sólo salen las justas para pedir al empleado una botella pequeña de agua y una cajetilla de la marca de tabaco que ella fuma.
Mientras vierto el combustible prepagado, la veo salir al asfalto con su calzado en la mano. Sonriendo, se coloca frente al volante y se ata con paciencia sus Nike. Coloco la manguera en su soporte sin dejar de mirarla algo desconcertado.
—Déjame llevarlo ahora a mí —me pide, o más bien me exige mientras coloca el asiento y los

Extiende la palma de su mano para que le dé las llaves. No me gusta verme entregándoselas. Se me activa una sensación de desasosiego. No sólo le confío la llave de contacto del Audi. En el mismo lote también están la de mi casa familiar, la del trabajo y la del apartamento en que hemos vivido estos días. El llavero que las enlaza a todas, de oro, es un regalo de décimo aniversario. Mi mano se vacía en la suya y me siento vulnerable. Me incomoda esta sensación de dependencia.
—No corras. Lo que menos tenemos es prisa —digo mientras me abrocho inseguro el cinturón y la veo arrancar el motor.
—Ya he dado nueve clases prácticas en la autoescuela. Dos en autopistas como esta.
Me incorporo bruscamente en un acto reflejo para buscar la manera más apropiada de decirle que apague el motor, baje del coche y me deje conducir a mí, pero nota mi lógico sobresalto y antes de que empiece a hablar me pone una mano en la rodilla para calmarme.
—No hombre, no… Hace cinco años que conduzco. Desde los dieciocho —me revela disfrutando por verme de nuevo sorprendido y aliviado en cuestión de segundos—. ¿No te lo había dicho?
Ni me había dicho de eso, ni casi nada de su vida. Y además, tampoco estoy seguro de haber querido saber más. Me conformé con notar que me hacía sentir muy vivo, incluso con esas burlas suyas de montaña rusa para mi estómago y mi sistema nervioso.
Aunque no conduce mal, no me siento totalmente tranquilo. Por eso miro constantemente los retrovisores y muevo por inercia los pies como si todavía estuviese al volante. Sin mirar los mandos, cambia de emisora la radio y sube el volumen. Un ritmo machacón, sin letra, se apodera del silencio entre ambos hasta que lo rompo yo al ver los grandes carteles azules que, a modo de títulos de crédito, me hacen ver que estamos ya cerca del final de la historia. A la derecha, centro ciudad; dentro de la misma señal, a la izquierda, el icono de un avión.
—Te has equivocado —le digo al ver que no sigue la ruta que yo esperaba.
—Sé un camino mejor para llegar donde vivo. Algún kilómetro más, pero con menos semáforos, más rápido —me asegura moviendo la cabeza adelante y atrás al ritmo de la música.
—No te estarás quedando conmigo… —advierto, haciendo ver que empiezo a no estar para juegos, aunque Eva me mira un instante y se ríe crecida, imagino, por sentirse dueña de las riendas de mi vida.
—No te fías de mí —me contesta y baja la música para escuchar mi respuesta que sabe no va a ser inmediata.
Y en efecto, no lo es, porque esa última frase suya, que no sé si es una pregunta o una afirmación, y la cercanía de la ciudad hacen que súbitamente tienda a querer ser atrapado de nuevo por la apacible y sensata órbita de mi vida de siempre.
Por eso computo sobre la marcha las razones que tengo para fiarme o no de la persona que conduce mi coche —una extraña al fin y al cabo—, y llego a la conclusión de que cualquiera en mi lugar no estaría del todo tranquilo, pero decido simular estarlo, de momento.
—Sí, sí me fío. Sigue. Me viene bien llegar antes. Tengo que entregar un presupuesto a un cliente importante mañana a primera hora y quiero repasarlo todo de nuevo —improviso para ocultar el leve brote de ansiedad por dejarla cuanto antes en su casa.
La música cambia en la radio. Ahora es más pausada, más lenta, aunque igual de monótona. Chill out le llaman a esto. Lo sé por mi sobrino.
Ya llegamos. Siento que la urgencia se va instalando poco a poco en mí y por primera vez en estos días, percibo una clara distancia de desconocimiento entre ambos. Al fondo aparece otro cartel similar al anterior: centro ciudad a un lado, aeropuerto al otro. Ella lo ha visto incluso antes que yo. Disminuye la marcha. Mi cuerpo nota la frenada. La miro de soslayo, con recelo, ya como si acabase de conocerla. No quiero que tome el desvío hacia el aeropuerto y me haga perder más tiempo. Quiero llegar a mi mundo ya: así de claro. Faltan unos cien metros para la bifurcación y se detiene en el estrecho arcén con las luces de emergencia. Apenas hay tráfico, pero se me disparan todas las alarmas.
—¿Qué pasa…? ¿Qué haces? —pregunto sin disimular ya mi preocupación y levantando la voz más de lo necesario— ¿Por qué nos paramos?
Eva me parece temerosa por primera vez desde que la conozco. La noto asustada, desvalida, con un miedo que la reduce junto al volante y que le impide en principio pronunciar ni un sonido. Mis ojos fijos en ella, esperan respuestas y su silencio acelera mi respiración. Prevé quizá que empezaré a gritar de nuevo y antes de que eso suceda oigo su voz, que no parece suya.
—Mira, no sé cómo decírtelo… —duda y recupera fuerzas para seguir—: estoy embarazada de tres meses —me susurra—. Por eso no quiero volver. No sé qué hacer… no sabía si contártelo.
Me desactiva la ira del todo con esas palabras. No puede ser, me oigo decir. Y estallan en mil pedazos los mundos particulares, los paraísos de cuarenta metros cuadrados con vistas, los jacuzzis, los paseos descalzos por la arena, los jadeos, las pasiones desatadas. Sólo veo el rostro de mi mujer, de mi niña, sus primeros pasos, las fotos del salón, los rincones de mi casa, mi sillón, mi cama, el café de las mañanas, las vacaciones de verano, todo ello alejándose de mí, sustituido por abandonos, clínicas abortivas, separaciones, gritos, dinero negro, culpa, soledad.
Mis manos en el rostro me impiden ver como ella se recompone al volante.
—Joder, Emilio, te lo crees todo —escucho a mi lado con tono resuelto y casi despectivo—. Mira que eres…

Y sí, lo toma.
No sabe hasta qué punto me hace feliz esta chica.
21 comentarios:
La verdad,me gustaria tener capacidad para expresar lo que me provoca esta historia.Me encanta,
tiene un punto de erotismo de esos
que hacen que me entren unas ganas
locas de follar.Como me gusta la sonrisa de la muy puta,me tiene loco,me hace sentir como un adolescente pero con la experiencia de uno que pasa de cuarenta.Que regalo del universo,
son cosas que uno no puede dejar de vivir.
Sus pies descalzos jugando con el salpicadero del automovil y la manera de decirme con sus ojos que
seguiria follandome toda la noche
hace que nada mas me importe.
GRACIAS QUIQUE.
Enhorabuena Quique espero que nos sigas regalando mas ha menudo estos relatos. Gracias.
Eva tomando el sol, menudo descontroool..... (Sabina dixit)
Que peligrosas las lolitas, está muy bien, suspense y morbo buen cocktel.
Quién apuesta esta semana?
Hola.
Gracias. Es un texto aún por corregir (con algún fallo evidente ahora que lo he releído), que quería someter a vuestro juicio. Críticas en cualquier sentido serán bien recibidas.
Tema apuestas, recuerdo de nuevo el orden que se estableció en su día:
- Lolo
- Fernando
- Felix
- J. Alfonso
- Quique
- Carlos
- Vieira
- César
- Felipe
- Pesca
- Juanillo
- Manolo
Por tanto, le toca a Vieira disponer de los 20 euros. A ver si rompe la mala racha
Os deseo que paséis una Semana Santa llena de pasión, incluso los casados (la procesión va por dentro).
Salud.
Quique no se a que fallos te refieres yo me quedo con las sensaciones que sabes transmitir a los que lo leemos.
Me sumo al chorro (que no chorreo) de elogios. Este tipo de mini-relatos se te dan de puta madre, yo que tu intentaría recopilarlos y publicarlos. Mira que cualquiera puede entrar al blog y plagiarte.
Vieira, si lees esto, te toca hacer apuesta. Si no contestas antes del viernes, la haré yo, y acertaré. Que ya va siendo hora de acertar algo eh? que el dinero no es eterno y perder 20 cada semana no es plan.
Oporto campeón de Europa, lo digo ahora, el 8 de abril de 2009.
Estoy deseando que den las 8:45 para ver el Nou Camp con la música de la Champions y ver jugar al equipo de mis amores, esperando que me enamore una noche más. El Bayern me impone mucho. Es curioso como la prensa de Madrid trata al Bayern de equipazo - que - te - cagas cada vez que se enfrentan con ellos, y en cambio ahora parece que fuera un equipo de regional. Si son tan malos no se como han llegado hasta aquí cuando otros no están, ni se porqué quieren fichar a alguna de sus estrellas. Misterios de la vida periodística. Igual de misteriosa que la portada del domingo, en la que Marca titulaba "El Madrid sigue a la caza de un Barça que ganó por los pelos: 0-1". (cuando el Madrid en Málaga hizo exactamente el mismo resultado!!!).
En fin, mis cosillas de siempre, ya sabeis que a algunas cosas nunca acabo de acostumbrarme.
Ah, otra cosa. ¿Nadie comenta nada del rollo Guti-Juande? Me gustaría saber vuestra opinión, dado que ya habeis dejado claro en numerosas ocasiones vuestro buen concepto sobre ambos, me gustaría saber por quien tomais partido en este affaire.
¿Como va el tema de la minicena del dia 17?
Se me olvidaba. Cristinita Ronaldo como siempre que le veo jugar: regatitos hacia los lados, poses, caritas y brindis al sol, no he visto jugador más intrascendente y al mismo tiempo mejor considerado.
Barca-Bayern
Partidazo, dos equipos muy ofensivos. La última vez que ví al Bayern hace un año contra el Getafe no me impresionó, sino llega a ser por los fallos de Abondanzzieri hubiese pasado el Getafe, después los zarandeó el Zenith. Tienen muy buenos jugadores pero se duda de que tengan un gran equipo, no obstante que ande con ojo el Barca.
Guti-Juande
Concepto personal o futbolístico?... De Guti ya se ha dicho muchas veces, que es un grandísimo jugador, pero inconsistente mentalmente, como De la Peña o Yeste, la misma onda.
Si de verdad se negó a calentar debería de ser sancionado, pero ya se sabe el desastre institucional en el que el equipo anda metido, parece mentira que anden sólo a 6 puntos del mejor Barca de la historia.
Cristiano Ronaldo
Para lo bueno y lo malo es una estrella, necesita nuevos retos acabó su ciclo en Inglaterra.
Me recuerda al año pasado cuando Messi era criticado por los mismos que ahora le alaban, incluido Maradona.
Champions League
El Chelsea y el Liverpool creo que son los rivales más consistentes.
Hola Majos:
Cuan grata sorpresa el relato. Cuando uno al leerlo piensa que tu mujer no debe leerlo significa que es magnífico. De alguna manera sólo por leerlo parece que estás cometiendo adulterio, por eso nuestro ilustre equipo de solteros se lanza al comentario " húmedo" que provoca la chica descalza.
Sinceramente , antes de que hablaras del Audi me imaginaba un buen coche, al tío pensando como justificar el olor a tábaco que se quedaría , un dia nublado con los cristales empañados.... De verdad que es absolutamente irritante y provocador. ( Irritante porque sólo pensar en ser parte de la escena me produce un nerviosismo preocupante).
Gran noche de " futebol". Barca 4- Bayern 0. Está clarísimo. Incluso me atrevería a no descartar goleada superhistórica si el Barca hace uno de sus primeros tiempos goleadores ( 7 u 8-0) . Y no es broma.
Messi lleva apagado un par de partidos y le toca jugar.
Este finde estaré en Guadalix. Todos los que queraís beber cerveza helada, caminar por la sierra y comer paella estaís invitados ( previo aviso, a ver si os vaís a juntar 50 y me tengo que cagar en vuestros muertos más frescos).
Un abrazo
Hoy voy hacer honores al partido culé me iré al bar con la pantalla mas grande de vallecas pediré una ración de jamón una copita de vino y me sentare a esperar que los chicos de pep me encandilen con su fútbol de velocidad toque y verticalidad que suelen practicar. Viva el fútbol.
Felipe, solo una cosa(vamos mejorando). El año pasado nadie criticaba a Messi. Las únicas críticas que recuerdo sobre Messi fueron las de Maradona (el famoso "Deportivo Messi") y las de Juan Alfonso. Y ambas han sido esta temporada, no la anterior. Y no se que tiene que ver uno con otro. Messi el año pasado estuvo sobresaliente, fué el mejor jugador del mundo, pese a que el trofeo se lo llevara el gitano metrosexual, y este año está igualmente sobresaliente.
Yo al portugués no le veo nada. Me dicen que marca nosecuantos goles, que regatea, chuta, remata, centra, que lo hace todo bien, que no tiene límites... y yo cada vez que le veo jugar me encuentro con un figuritas inocuo y totalmente prescindible, tanto con su club como con la selección. Y no le he visto un solo dia eh, hablo de unos siete partidos desde las semis de la pasada Champions hasta anoche, pasando por la Eurocopa. Habré tenido mala suerte, quizá.
Es cierto que el Bayern del año pasado fué triste con el Geta, pero ya ves, le eliminó. El Bayern tiene eso. Peor aún era el del año anterior, con los jugadores de ahora menos Ribery y Toni, y se cargó al Madrid en Champions. Con ese equipo hay que tener mucho cuidado siempre. Espero que el Barcelona sepa contra quien está jugando.
Ah, y una última cosa. El desastre institucional no juega. El Madrid es un desastre institucional, pero resulta que si por lo que sea no pueden jugar Cannavaro, Lass, Guti, Robben y Marcelo, puede poner a Metzelder, Gago, Sneijder, Vander Vart e Higuaín. El mejor Barça de la historia, para dar descanso a Messi tuvo que poner a Pedrito. Si queremos ver los méritos, veamoslos todos. El Barça tuvo tranquilidad institucional con Núñez (22 años de presidente) y eso no le dió muchos títulos, así que no se hasta qué punto los jugadores juegan bien o mal por lo que hagan los directivos.
Lo que sí tiene mérito en el Madrid, y eso ya lo tengo que admitir públicamente, es que siga ganando partidos jugando cada semana con diez. Porque lo de Raul ya es la inutilidad total, su juego es la intrascendencia absoluta. No le he visto hacer nada (pero literalmente, nada) en los últimos cuatro partidos, y ahí sigue, titular indiscutible y los 90 minutos.
Si al final ganamos la liga me sabrá mal, porque para competir en igualdad de condiciones el Madrid debería poner once jugadores, no diez y Raul.
¿Que ven los entrenadores del Madrid en él que nosotros no vemos?
Críticas a Messi
Yo si recuerdo críticas a Messi, e incluso silbidos en el Nou Camp, le acusaban de chupón, para ser el mejor el año pasado no hacía falta hacer mucho en el Barca. Sólo se salvaron los canteranos de las críticas el año pasado.
Yo oí comentarios radiofónicos d periodistas catalanes en la SER de que era muy chupón y cuando las cosas vayan mal volverán a criticarle, así es la prensa, de héroe a villano en minutos.
BAYERN
El Getafe perdió por los errores de su portero, en los dos partidos fue mejor, después hicieron el ridículo en la final contra los rusos, a mi dieron la sensación de ser un grupo de estrellitas pero no un equipo.
Es difícil medirles ya que practicamente no tuvieron rival en octavos, no obstante leyendo la alineación dan miedo, sobre todo arriba.
BARCA
Objetivamente es el mejor Barca de la historia ha roto todos los récords.
El pedrito ese no habrá salido ni 100 minutos en toda la liga, entonces ponemos en valor también que Juande ha utilizado a Javi García, Parejo, Miguel Torres, Palanca...cuando no le ha quedado más remedio.
Son presencias testimoniales, sin importancia, en mi opinión.
Tenía otras alternativas aparte de Pedrito si lo saco fue por premiarle, en el banquillo había jugadores muy importantes, incluso podría haber puesto a Iniesta por la derecha y sacar al islandés o Henry.
Es como si te lamentaras, claro es que Puyol no es lateral izquierdo, pues que saque a Sylvinho, internacional con Brasil y especialista en ese puesto, eso es lo que tú aplicarías si fuese Juande y el Real Madrid, y todos sabemos que Sylvinho actualmente no tiene nivel Champions.
O sea, con la plantilla del REal Madrid pones en valor todo su palmarés, obviando estados de forma, edad, lesiones...etc, y con la del Barca eres indulgente, curioso.
Crisis Institucional
En Navidades nadie daba un duro por El Real Madrid, es más, los propios jugadores decían que no habían hecho ni pretemporada con el abúlico de Schuster, que andaba peleado con presidente y dirección deportiva, medio equipo lesionado durante dos meses, si para ti eso es una situación normal y en la que los jugadores se deben de abstraer y medirles igual, pues nada, es tú opinión.
Raúl
Y lo peor de todo es que nadie en el club, ni en la prensa, ni en el madridismo se cuestiona su continuidad en la plantilla el año que viene, con lo que ello supone en la planificación deportiva del equipo.
Cuando las críticas a Messi yo debía estar en otro planeta pues no me enteré de nada.
Pedrito fué titular en un partido decisivo. Parejo salió en el 88' para perder tiempo. A lo que iba con eso es que la plantilla del Madrid es mucho más larga que la del Barça, y encima solo tienen una competición, por lo que tienen menos problemas que nosotros para rotar. Simplemente.
Dejame ser feliz y optimista por un dia. Esta noche jugamos Champions. Mañana jugamos por estar en la Final Four. El Madrid ya no está en nada de eso. Yo he estado mil veces en el caso contrario, pero hoy, ahora, los protagonistas visten de azulgrana. Esta noche igual me toca ir con la cabeza gacha, pero ahora mismo estoy como Guardiola, "excitado y feliz" ante lo que se avecina.
Al fin y al cabo, cuando empieza la temporada uno espera llegar a Abril en estas condiciones, aspirando a todo. Y ahí estamos.
Claro, enhorabuena, por supuesto y suerte para esta noche y mañana, lo cortés no quita lo valiente.
Con la racha de lesiones que tuvo el Real Madrid en Octubre no hay plantilla larga que valga, de todas formas si la del Barca es más corta es por que lo han querido así, digamos que no serviría de excusa.
Descanso. 4-0 y un recital maravilloso, otra noche de sinfonía futbolística. Estoy gozando como un gorrino revolcandose en la mierda.
Ya es definitivo: jamás en la vida he visto un equipo tan brillante.
Ahora me da miedo como saldrán los alemanes en la segunda parte. Ese vestuario va a echar humo en el descanso. Temo que salgan con demasiada agresividad y nosotros con demasiada autocomplacencia.
(modo canguelo culé off)
Buen momento para apostar por el Bayern....
No te quejaras de los cruces de champions....
La ha clavado el almorta.
Al Bayern en dos partidos nueve goles, los cinco del Wolfsburgo y los cuatro de hoy, que desastre de equipo, ni amor propio, que estarán pensando Rummenige, Beckenbauer, Hoennes y compañía.
Otro feo detalle de Guardiola con Bojan, sacándolo en el 89, en un partido que podría haber dado minutos y descanso a algún titular.
Iniesta que se haga un tatuaje ya, que saque el pivón que tiene escondido, el ferrari, ya no engaña a nadie, ese tipo es el mejor.
Hoy luce más el Sol. Después de lo de anoche, todo parece más bonito. Que gozada ha sido hoy empaparse de arriba a abajo con la lectura de todos los diarios deportivos (o al menos los más importantes) del Mundo. Ya me esperaba que aquí seríais parcos en elogios, parece que os cueste dinero hablar bien del Barcelona, y si no lo habeis hecho hoy asumo que no lo hareis nunca.
"Posiblemente decir que los culés son una máquina sería quedarse pequeño. Es la perfección, con un juego impecable, un estilo magnífico, una definición excelente, un ritmo estupendo, una tripleta atacante insuperable, un bloque completo y una defensa correcta. ¿Qué más se puede pedir? Posiblemente nada. O sí, que a este estilo traten de agarrarse los que van de grandes por Europa, pero que en el fondo viven del escudo y del color de su camiseta; de una historia, que es eso, historia, algo pasado, pero nada más. El Barça es moderno y a Pep Guardiola se le debe felicitar por su apuesta, por sus intenciones y, cómo no, por los resultados que está cosechando."
No es mío, ni del diario Sport. Este texto entrecomillado lo extraigo del diario As, que es un periódico más madridista que Felipe. Y si el As dice eso, ¿que no dirán el resto de periódicos? Pues os lo podeis imaginar. En Italia, Francia, Inglaterra, Alemania, Argentina, etc. se descubren ante el juego de mi equipo anoche. El Barcelona anoche maravilló al mundo. Todos lo vieron. Ahora ya todos saben donde mirar para ver el mejor fútbol posible. Lo hacen Eto'o, Henry y un puñado de chavales criados en la Masía que atienden por Messi, Xavi, Puyol, Valdés, Iniesta, Piqué, Busquets....
Supongo que esta noche tendré que escribir improperios contra el equipo de baloncesto, pero de momento aún se me cae la baba cuando me acuerdo del concierto sinfónico de los de Guardiola.
Si, si, si, nos vamos a Berlin. Partidazo del Barça de basket también. Ojalá no acabara nunca esta bendita Semana Santa. Vaya racha. Somos tan buenos que empezamos a dar un poco de asco, soy consciente de ello.
Mañana hablaré de música y cine, que tengo un par de pelis que recomendar y un disco del concurso que comentar.
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