FÚTBOL Y SIDERURGIA

(Homenaje en vida al Athletic de Bilbao)

En España el fútbol fue introducido por los ingleses a finales del XIX. Se implantó en principio en la zona de Huelva y a continuación en el País Vasco, porque en estos terrenos los británicos tenían intereses económicos relacionados con la gran riqueza minera de ambos territorios. En 1.899 se extrajeron sólo en Vizcaya 6,5 millones de toneladas de mineral de hierro. Una pasada.

El clima, la abundancia de césped y la cercanía con las islas hizo que en el norte se formasen los primeros equipos importantes (a excepción del Recre) y ese fue el embrión al que le debemos gran parte del fútbol en la península. Hay que rendir tributo a esos territorios y a sus habitantes por su contribución, como hay que darle gracias al inventor del teléfono porque sin él no existiría Internet, pero los tiempos cambian y hoy en día, si Graham Bell viviera, no seguiría utilizando el mismo aparato que fabricó, sino que estaría enganchadísimo al Local del Congosto con su portátil, salvo que no quisiese comunicarse con nadie más. Todo cambia y hay que adaptarse para sobrevivir.

El fútbol español no sería lo que es sin el Athletic de Bilbao y el resto del fútbol vasco. En los quince primeros años de la selección española de fútbol (1920-1935) fueron internacionales 118 jugadores: de ellos vistieron la roja 67 vascos, 20 catalanes, 10 madrileños, 6 gallegos, 6 valencianos, 4 canarios, 3 andaluces y 2 asturianos. El Athletic, el Arenas y los ''teams'' guipuzcoanos llevaban veinte años de ventaja a otros muchos equipos, que se crearon bastante más tarde: Valencia (1919), Osasuna (1920), Burgos, Tenerife y Hércules (1922), Alavés y Celta (1923), Oviedo (1926), Valladolid (1928), Zaragoza (1932).

Con la implantación del profesionalismo, decenas de jugadores vascos se desperdigaron por toda la península. El Madrid que logró sus dos primeros títulos de Liga (1931-32 y 1932-33) estaba plagado de vascos: Quincoces, Jose Mari Peña, Lazcano, los hermanos Regueiro, Olaso, Urretavizcaya, Olivares (de la cantera vasca, aunque nacido en Palma), Gurruchaga, etc.

El Betis, que ganó la Liga en 1934-35, fue confeccionado a base de talonario. y de vascos: Urquiaga, Areso, Ahedo, Larrinoa, Unamuno, Saro, Lecue, Cachelo, etc. El Oviedo, que completó las mejores campañas de su historia en los años treinta, tenía varios vascos en la plantilla, con Isidro Lángara a la cabeza, y nunca mejor dicho. Aunque se abrió de nuevo el portón de los extranjeros en la temporada 1935-36, el Athletic logró su cuarto título liguero.

El Valencia C.F. fue el mejor equipo de los años cuarenta; como mínimo se alineaban media docena de vascos en cada partido: Eizaguirre, Juan Ramón, Ortuzar, Iturraspe, ''Mundo'', Igoa, Gorostiza, Pasieguito, etc. El Sevilla, campeón de Liga en la temporada 1945-46, tenía a Bustos, Alconero, Eguiluz, Arza. En el Real Madrid plagado de extranjeros, que dominó en Europa en los años cincuenta, había un par de vascos en el once titular: J. Alonso y Zarraga.

Buena parte de los citados eran baracaldeses, de ahí la "teoría" del seleccionador español del momento, Pablo Hernández Coronado: “para ser jugador de fútbol basta tener uno setenta de estatura y haber nacido en Baracaldo”. Los jugadores surgían en municipios rurales, pero con fuerte implantación industrial, o netamente urbanos. En la primera selección española, la que logró la medalla de plata en Amberes, había dos jugadores ­ambos titulares­ de Lejona: Félix Sesumaga, del Barcelona, y Sabino Bilbao, del Athletic, eran vecinos en la misma casa. De la antaño pequeña localidad surgió un buen número de futbolistas; además de los citados: Críspulo y Fidel Sesumaga, hermanos de Félix; Arruza, Gumer Uriarte, Robus. y, más tarde, Cele Llona, Fernando Artabe, etc. En Erandio ­su club fue creado en 1913­ (gran club, por cierto, famoso incluso en la calle Huertas) salieron Pitxi Garizurieta, Antón Achalandabaso, Juanín Bilbao y, después, Telmo Zarra, y otros. Lo propio cabe decir de Deusto, Basauri, Sestao, etc.

Barça y R. Madrid no rascaban bola tras la guerra civil; de ahí que se autorizase, en 1948, la contratación de extranjeros. Pero en Vizcaya seguían saliendo jugadores de nivel. Las alineaciones del Athletic que se citaban de carrerilla en los años cuarenta: Lezama, Arqueta, Mieza, Ortuzar, Bertol, Nando, Iriondo, Panizo, Zarra, Garate y Gainza; en los cincuenta: Carmelo, Orue, Garay, Canito, Mauri, Maguregui, Arteche, Marcaida, Arieta, Uribe y Gainza; en los sesenta: Iribar, Sáez, Echeberria, Aranguren, Igartua Larrauri, Argoitia, Uriarte, Arieta, Clemente y Rojo; estaban formadas por vizcainos (Iribar salió del Baskonia). «Llevar hierro a Vizcaya», es una antiguo dicho castellano para expresar un despropósito; eso hubiera sido el traer futbolistas de fuera al Athletic, porque de Vizcaya y del resto del territorio vasco salían montones de jugadores de élite.

En 1962, tras el Mundial de Chile, se cerraron las fronteras en España e Italia. Fue un balón de oxígeno para el Athletic. En la temporada 1968-69 fueron admitidos los llamados ''oriundos'', sudamericanos de origen español. La masiva falsificación de documentos dio lugar a varios escándalos. En la temporada 1973-74 se permitió que jugasen dos extranjeros por club. Para hacer frente a la avalancha y poder competir con garantías, dio comienzo la ''Operación retorno''. Fueron fichados Lasa, Zabalza, Irureta, Churruca. y se abrió Lezama. Ya no bastaba con los jugadores vizcaínos y se trajeron de Navarra y Guipuzcoa (Astrain, Sola, De Andrés, Argote, etc.). La abolición del derecho de retención en 1.986 y el paulatino aumento en el número de extranjeros por club y sobre todo la ley Bosman han terminado por desequilibrar el statu quo balompédico. El fútbol vasco ya no tiene, ni muchísimo menos, la preponderancia de antaño. De entre los 22 seleccionados que este verano ganaron la Eurocopa sólo había un vasco: Alonso.

Algo similar, salvando las distancias, ha ocurrido con el fútbol uruguayo. Sus numerosos triunfos en la Copa América de selecciones, sus medallas de oro en las Olimpiadas de 1924 y 1928, sus Copas del Mundo de 1930 y 1950; las repetidos victorias de sus equipos Peñarol y Nacional en la Copa Libertadores e Intercontinental; sus célebres jugadores: Scarone, Andrade, Castro, Petrone, Varela, Schiaffino, Cubilla, Rocha, etc., llevaron a decir que «Uruguay es el padre del fútbol porque todo el mundo sabe que la madre es Inglaterra». En Uruguay continúan saliendo jugadores, pero la selección celeste y el fútbol charrúa han perdido su caché. Se ha impuesto el número: Uruguay tiene poco más de 3 millones de habitantes, en tanto Argentina supera los 35 millones y Brasil alcanza los 160 millones.

En el fútbol español también se ha impuesto el número. El desequilibrio con respecto al norte se ha corregido ­entre otras muchas razones­, por la mejora de las condiciones socio-económicas a partir de los años sesenta que ha generado la multiplicación de fichas federativas en todo el país y puede que también por la pérdida de afición a los toros, que fue durante siglos el primer entretenimiento nacional por excelencia. Hasta hace unas décadas, los niños de buena parte de España, querían ser Manolete o Belmonte antes que Zamora o Samitier; ahora sueñan con ser Torres o Del Piero (no obstante el valencianista Joaquín probó a ser torero).

Repito, en 1.899, 6,5 millones de toneladas de mineral de hierro; en el añó 2.005 ya no se extrajo ni una. Nada, ni un gramo. Se agotó o no interesaba ya esa fuente pero la sociedad vasca consiguió mantener hasta nuestros días su gran desarrollo, poder adquisitivo y riqueza porque se adecuó a los nuevos tiempos, en todo. Bueno, en todo no: queda el Athletic con su ideal romántico (que ya empiezan a flexibilizar). Zubizarreta, Lasa, Goicoetxea, Alesanco, Lizarazu (vasco-francés de Hendaya), Del Horno, Alkorta, Eskurza, Valverde, Garitano, Salinas, Aduriz, Urzaiz, cada uno son casos diferentes, pero todos confirman que los grandes intereses actuales, bien del club o bien del jugador, hacen poco compatible la filosofía tradicional con el profesionalismo.

Deseo que el Athletic continúe por mucho tiempo su andadura, pero no estoy seguro de ello a no ser que cambien para sobrevivir en la jungla actual, como lo haría Graham Bell. No obstante, siempre deberíamos estarle agradecidos.

(Proyecto Nuevo San Mamés)